El Partido del Trabajo ha perdido desde hace mucho su fuerza político electoral en Durango. La falta de renovación en la clase dirigente y el desprestigio de su movimiento social, vinieron a dar al traste un proyecto de política popular exitoso a inicios de los noventa.
Luego de la caída de Carlos Salinas de Gortari en 1994, el PT cayó en orfandad central, teniendo que sostener sus bastiones en cada estado con sus liderazgos locales. Los famosos cinco magníficos comenzaron a destrozarse por el botín, impidiendo la formación de nuevos cuadros y expulsándose entre ellos para poder quedarse con los despojos de lo que alguna vez fue, una opción política en Durango.
Los dos últimos caciques fueron Marcos Cruz y Gonzalo Yáñez, ambos se disputaron el control del partido aurigrana, dos políticos que en sus inicios se ufanaron de su austeridad y medianía, pero que terminaron en la opulencia obtenida de las bondades del poder.
La primera batalla la ganó Marcos, que siguió usufructuando su pequeña parcela política a base de chantajes y presiones, de gritar consignas contra el gobierno pero a la vez estirar la mano para bajar la voz en temporadas. Cruz se aprovechó de lo lindo de su magnánimo poder, haciéndose diputado federal y senador plurinominal con solo mover un dedo, una especie de niño verde pero versión colonia popular.
A sus lacayos les tocaban las migajas, regidurías y diputaciones locales para tenerlos contentos, a quienes quería joder, les daba las de mayoría para que perdieran, se vendía por unos pesos Marcos a cambio de canonjías gubernamentales y prebendas económicas.
Pero luego vino la venganza de Gonzalo, operada desde muy arriba, en contubernio con Alberto Anaya, que expulsó a cientos de petistas que buscaban disputarle la dirigencia nacional, encabezados por José Narro Céspedes de Zacatecas. En Durango salieron por la puerta de atrás Marcos Cruz, Arturo López Bueno, Juanito Cruz entre varios más, que no encontraron formar de subsistir dentro del nuevo PT del mesiánico Gonzalo.
Pero Gonzalo no es distinto a Marcos Cruz. Cojean de la misma pierna, esa que les hizo llegar a la alta sociedad, a comprar carros lujosos y viajar a Europa a costa de los impuestos del pueblo, ese pueblo que juraban defender de los políticos corruptos.
Gonzalo se rodeo de sus incondicionales como Gustavo Pedro Cortés, Primitivo Ríos, Sergio Silva y Rosales Melchor, todos ellos eternos luchadores sociales que dudo mucho hayan trabajado alguna vez.
Y volvió a dar vuelta el carrusel, los que fueron diputados ahora son regidores, lo que fueron regidores ahora son dirigentes, los dirigentes ahora diputados… y las bases siguen comiendo frijoles de las despensas que salen de gobierno y que astutamente consiguen sus benefactores.
Lo distinto de Gonzalo sobre Marcos, es que es mucho menos inteligente, lo cual quedó demostrado por Gabino Martínez, que lo exhibió como lo que es, un frívolo político que se aburguesó al paso de los años.
Hoy vemos otra faceta de estos supuestos apóstoles de la democracia. El ambicioso Gustavo Pedro Cortés no se resigna a salir del presupuesto, a dejar de mamar de la ubre que patea cada que no suelta la leche que lo ha mantenido desde hace muchos años.
Gustavo Pedro no puede dejar de vivir de la nómina, y es entendible, que más sabe hacer este originario de Nochixtlán, Oaxaca, sino vivir del pueblo como lo ha hecho siempre, aprovechándose de las necesidades de los campesinos, lucrando con su dolor y sangrando a los distintos niveles de gobierno. Durante tantos años de “lucha” don Gustavo, a cuantos campesinos ha sacado de la pobreza, yo sé de uno: usted.
EL PT está muerto. Lo mataron los pillos y rufianes que lo dirigieron a luchas intestinas por el control del poder. Lo enterraron tanto Gonzalo como Marcos, mientras ellos se daban festines como marajás, como señores feudales.
El PT ya no existe, lo que queda es la codicia, las hambres viejas, la necesidad de no trabajar, de seguir viviendo a costillas del gobierno, que por desgracia, los sigue manteniendo…
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